Es curioso como pasa el tiempo y te paras a pensar, se te llena la mente de recuerdos vividos, de cuando eras pequeñita, pura ingenuidad y valentía.
Los niños no temen a nada, pero aún así, aprenden de cada error. No saben del todo cuando algo es bueno o malo, sólo trazan el camino de la vida captando para si mismos cada nuevo aprendizaje..
Después te haces mayor, y recuerdas cuando llegabas a esa puerta. Allí dentro nada malo podía pasar. No era una gran casa, no tenía lujos ni, aparentemente, nada especial... Aparentemente. Las mejores cosas son las que no se pueden explicar porque no existen palabras en todo el diccionario para poder expresarlo.
Allí dentro había magia, había un ser de otro planeta lleno de sabiduría que desbordaba alegría y educación. Por ello recuerdo cada una de las veces que aprendí algo allí dentro, cada miedo se desvaneció, cada inseguridad latente desaparecía al cruzar aquel umbral.. Allí dentro tu también eras especial, diferente.
Hace tiempo que deje de cruzar esa puerta, pues la última vez que lo hice la magia ya no estaba, los duendecillos se habían marchado... Se disipó entre la oscuridad y el silencio aquella sabiduría de la que aún, si te concentras, desde la puerta, puedes escuchar los ecos...
Allí aprendí de pequeñita que hogar no es sólo donde vives, sino donde te hacen sentir como en tu propia casa. Aprendí a sobrevivir al dolor de perder a un ser querido, descubrí que al igual que caes también debes levantarte.
La magia no está en esa casa, pero queda un resquicio de ella latiendo dentro de mi.
Hay momentos que te cambian, hay heridas que no terminan de sanar. La vida está llena de cicatrices y hay días que se graban a fuego y nunca se olvidarán.
Imagino que una parte de mi se perdió entre aquella magia..
Allá donde estés querida maga, felicidades
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